Con la llegada del verano comienza la guerra en la oficina por decidir la intensidad del aire acondicionado. Los hay que quieren sentir un viento gélido en su nuca, mientras otros prefieren “cocerse” delante del ordenador.
Más allá de las disputas que puede generar esta situación entre los empleados, el problema puede tener consecuencias en la salud: según un estudio realizado en 2014 por Unipresalud, compañía especializada en la gestión de la seguridad, la salud de los trabajadores y la integración de la prevención de riesgos laborales en la organización de las empresas, un ambiente excesivamente frío en la oficina, en contraste con la temperatura exterior, puede causar alrededor del 20% de los resfriados que se padecen durante todo el año.
Asimismo, recoge la nota, el mal uso del aire acondicionado es el causante de la mayoría de las infecciones respiratorias, resfriados, irritaciones en los ojos y la piel, lumbalgias, afonías y faringitis durante los meses más calurosos del año.
Además de la sensación de frío, también hay que tener en cuenta la calidad del aire ya que la recirculación del aire acondicionado provoca la absorción de la humedad en la oficina, y puede llegar a resecar el ambiente por debajo del 30%. Si esta situación se da de forma continuada, se pueden resecar las mucosas de la nariz y otras vías aéreas, haciéndolas más vulnerables a una infección: rinitis, faringitis, laringitis, bronquitis, neumonías, dermatitis, sequedad e irritación en los ojos o dolores de cabeza.
Por ello, es necesario mantener la humedad relativa entre un 45% y un 65% para temperaturas comprendidas entre 23 y 26 grados. Otro factor importante de bienestar es la velocidad del aire acondicionado: en verano ya que es recomendable mantener una velocidad media máxima de aire de 0,19 m/s.
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