Es nuestro propósito acercar a los seguidores de este blog términos y herramientas relacionadas con el coaching ejecutivo, y por ello iniciamos con este artículo una serie de ellos que irán definiendo distinciones: conceptos que tienen significados diferentes en función del observador que somos. “No vemos las cosas como son, vemos las cosas como somos” (Talmud).
Las distinciones son palabras que utilizamos en el lenguaje cotidiano, dándoles una determinada interpretación, y en función de dicha interpretación nos da una visión y nos lleva a un tipo de reflexión; el propósito del coaching es buscar otra interpretación y ampliar la visión para que el tipo de reflexiones y las perspectivas aumenten.
Hay muchas distinciones en coaching, y nuestra idea es hablar de aquellas con las que nos encontramos más frecuentemente en el contexto laboral.
Empezaremos por la distinción exigencia/excelencia. La exigencia suele ser una característica que las personas no dudamos en atribuirnos, ya que generalmente se considera positivo ser exigente (frases como “soy muy exigente conmigo mismo” se escuchan con frecuencia en procesos de selección cuando pedimos a una persona que se defina).
Sin embargo, del binomio exigencia/excelencia, en coaching se orienta la acción hacia la excelencia, ¿por qué?
Silvia Guarnieri y Miriam Ortiz de Zárate, en su libro “No es lo mismo”, explican así las diferencias entre la búsqueda de la excelencia y la exigencia: “la excelencia es un camino que se recorre poniendo en juego nuestras mejores capacidades, y que ofrece importantes frutos que están relacionados con el aprendizaje, la creatividad y el crecimiento personal. La exigencia es un camino muy diferente: la persona exigente no busca tanto el hacer las cosas lo mejor posible como el hacerlas perfectas. Este es un matiz muy importante, porque esta búsqueda se hace lógicamente imposible, de manera que uno siempre queda insatisfecho, frustrado y anhelante”.
¿En qué se diferencia la persona exigente de la persona que busca la excelencia?
Siguiendo a las autoras mencionadas, las principales diferencias entre exigencia y excelencia son:
- La persona exigente busca la perfección, la excelencia busca la mejora continua.
- La persona exigente interpreta el error como un fracaso, la persona que busca la excelencia lo ve como una oportunidad de aprendizaje.
- La exigencia genera ansiedad y frustración ante la imposibilidad de tenerlo todo bajo control, en tanto que la búsqueda de la excelencia genera compromiso.
- En la exigencia hay parálisis por el temor al error, en la excelencia hay creatividad.
- La emoción que predomina en la exigencia es la desconfianza y el miedo; la emoción de la excelencia es ilusión y confianza.
- El resultado de la actuación exigente es el reproche y la desvalorización, en tanto que en la excelencia hay celebración (se celebra el avance logrado, aunque no se haya llegado al 100%).
- En la exigencia no hay feedback; en la excelencia se da y se recibe feedback como una herramienta de mejora.
- El clima en el entorno de la persona exigente es de tensión, en el de la persona que busca la excelencia es relajado.
- En exigencia no hay delegación, ante el temor a que las cosas no sean perfectas; en la excelencia hay delegación y por tanto desarrollo.
- La persona exigente lleva las cosas al ser (soy torpe, lo he hecho mal, he fracasado, …), la persona que busca la excelencia lleva las cosas al hacer (este tema no ha salido bien, hay que prepararlo mejor…).
Como conclusión, trabajar proactivamente para obtener cada vez mejores resultados, disfrutando de todo el proceso, celebrando cada avance, son claves en la búsqueda de la excelencia, mientras que el camino de la persona exigente se hace mucho más arduo por la tensión y frustración que produce no lograr la perfección y trabajar focalizado en el miedo al error y al fracaso.