Hoy en día ya no se concibe el trabajo en la empresa desde una perspectiva individual. Se trabaja para la consecución de los objetivos generales de las organizaciones, y el concepto “equipo” adquiere cada vez mayor relevancia.
“Personas inteligentes no hacen equipos inteligentes”, de hecho, tampoco la inteligencia individual es un indicador de éxito profesional. No se ha encontrado una relación positiva entre cociente intelectual y éxito profesional, pero sí entre la inteligencia emocional y el éxito profesional. Esta es la perspectiva desde la que abordaremos este artículo, es decir, la importancia de las competencias emocionales como elemento regenerador de las disfunciones que pueden surgir en los equipos de trabajo.
Los resultados extraordinarios solamente se consiguen desde el equipo; un equipo es mucho más que la suma de esfuerzos individuales, y probablemente a esto se deba el auge que vuelve a tener en el ámbito de los Recursos Humanos el concepto de equipo. El equipo de trabajo está basado en la visión compartida.
Patrick Lencioni sostiene que todos los equipos pueden sufrir cinco disfunciones básicas: falta de confianza, miedo al conflicto, falta de compromiso, evasión de responsabilidades y falta de atención a resultados. Si, por el contrario, tuviéramos que elegir el factor fundamental que hace funcionar a un equipo, posiblemente éste sería la confianza. Generar equipo desde la confianza puede diluir el miedo al conflicto, ya que este sobrevive en el caldo de cultivo de la desconfianza; también el compromiso y la responsabilidad se fomentan desde la confianza, y a su vez compromiso y responsabilidad van necesariamente orientados a la consecución de resultados.
Para que esta confianza que, como decíamos, es parte esencial del espíritu del equipo, se fortalezca es fundamental que las reglas de comportamiento y de trabajo estén establecidas, y que sus miembros conozcan y reconozcan sus fortalezas y debilidades, ya que, al funcionar como un sistema y no ya como un individuo, el grupo se puede apoyar en las fortalezas de sus integrantes y tratar de complementar sus debilidades, de manera que el conjunto presente una estructura más sólida. En un ambiente de confianza, los miembros del equipo no temerán mostrar su vulnerabilidad, ya que se hace con el fin de fortalecer al sistema, no de juzgar las capacidades del individuo.
En un equipo, por tanto, para evitar disfuncionalidades, hay que prestar más atención a las relaciones que se establecen entre sus miembros y al tipo de conversaciones e interacciones que se producen entre ellos, que a las competencias técnicas de sus integrantes.
Al hablar de equipo, pierde protagonismo el individuo en favor del sistema, y es la estructura de relaciones que se desarrollan entre los miembros lo que determina la funcionalidad del mismo.