Pocas veces el inicio de curso (laboral, escolar, universitario) ha estado tan cargado de dudas e incertidumbres como este que empieza ahora: ¿trabajaremos/estudiaremos de forma mayoritariamente presencial o será fundamentalmente en remoto? ¿iremos a las oficinas y a las aulas por turnos?
Son cuestiones que hasta ahora apenas habían tenido peso en nuestra toma de decisiones: sabíamos cuando empezaba el curso académico, y que trabajar presencialmente o no dependía de nuestro puesto, de la política de la compañía y de la voluntad del profesional en las empresas con este sistema instaurado. Ahora, teletrabajar se ha convertido en una obligación para muchos, ya sea para que el aforo de las oficinas no sea muy alto, para no utilizar el transporte público o porque la situación sanitaria desaconseje el trabajo presencial, si es evitable.
La crisis sanitaria nos ha enseñado que el teletrabajo está mucho más maduro de lo que pensábamos; en un tiempo récord hemos pasado de un trabajo eminentemente presencial a uno mayoritariamente on-line.
En mayo de este año el diario económico CincoDías publicaba un artículo basado en un estudio sobre teletrabajo en Europa realizado por el Banco de España en 2018; este advertía que “nuestro país está a la cola de la Unión Europea con respecto a la implantación del teletrabajo, a pesar del gran potencial con el que cuentan algunos sectores, sobre todo los más cualificados, algo que se ha demostrado en un contexto en el que la crisis del coronavirus ha obligado a muchos empleados a adoptar esta modalidad laboral sin previo aviso, hasta sobrepasar las posibilidades del mercado de trabajo”. Se estima que un 34% de los españoles podría teletrabajar, este es el porcentaje aproximado que lo ha hecho durante la pandemia, siendo esta proporción la más alta en la historia del país.
El estudio muestra que países como Holanda o Suecia ya superaban en 2018 el umbral del 30% de empleados teletrabajando de forma habitual, mientras que en España en esas fechas teletrabajaba entorno a un 7,5% de los empleados, ocupando la posición número 19 de la Unión Europea.
Y, estos datos, los referidos a España, ¿son buenos o son malos? ¿es preferible el trabajo en remoto al presencial?
La respuesta depende bastante del sector de actividad, siendo aquellos que tienen plantillas más cualificadas las que pueden optar más fácilmente por el trabajo on-line; no cabe duda de que el sector financiero o el de IT, por ejemplo, tienen mucho más fácil el trabajo en remoto. Sin embargo, las personas, hasta ahora, independientemente de su sector de actividad, no han optado por el teletrabajo en el porcentaje que sería aconsejable atendiendo a las muchas ventajas de esta modalidad: ahorro de tiempo de desplazamiento (especialmente relevante en las grandes ciudades), ahorro económico (gasolina, vehículo, comidas fuera de casa, ropa para el trabajo), conciliación, menor contaminación y atascos, menor riesgo de accidentes, etc.
¿Qué frena a nuestros profesionales a la hora de utilizar más el trabajo en remoto?
Podríamos enumerar los siguientes inconvenientes como los de mayor calado:
- La sensación de aislamiento: el trabajo presencial supone una mayor posibilidad de relación social
- Separar la parte profesional de la personal: el trabajo fuera de casa rompe la rutina y separa en el espacio y en el tiempo ambas facetas
- Pérdida de identificación con la empresa: es más difícil compartir la cultura de la compañía sin la relación más cercana que supone el trabajo presencial
- Dificulta el trabajo en equipo, desplaza la comunicación interna cara a cara
- No saber en qué momento desconectar puede suponer un hándicap para muchas personas
- Ralentización del aprendizaje, el trabajo en equipo presencial fomenta el aprendizaje informal
- Sedentarismo, se sale menos del domicilio ya que hay que tener otro motivo expreso para hacerlo
Para la empresa también supone algunos inconvenientes:
- Mayor dificultad para crear y mantener una cultura organizacional
- Problemas de seguridad en las comunicaciones
- Dificultades de organización de determinadas tareas
De todo ello se deduce que la forma de trabajo idónea es la mixta, aquella que combina ambas modalidades: trabajo presencial y trabajo en remoto. El porcentaje dependerá del tipo de actividad de la empresa, del puesto de trabajo y de las necesidades de conciliación de cada profesional, pero, al menos desde nuestro punto de vista, aunque el puesto sea 100% “teletrabajable”, es muy importante mantener un vínculo presencial con la organización.