Los datos demuestran el gran interés empresarial que existe por el mercado de los servicios energéticos. Los primeros años de irrupción de este mercado en Alemania alrededor de 4.000 compañías se presentaron como empresas de servicios energéticos (ESEs). Un par de años después de ese “boom”, apenas quedaron 200.
Nuestro país no es ajeno a esta tendencia. Hasta ahora, el único registro de empresas de servicios energéticos que existía era el del IDAE, en el que se puede inscribir cualquier compañía que afirme ser una ESE sin que, posteriormente, se aplique ningún mecanismo de control. Esta situación perjudica sobre todo a los usuarios finales, pero también a las empresas de servicios energéticos ya que las malas praxis generan un poso de desconfianza sobre el sector que es difícil de superar.
Desde ANESE, se ha querido ir un paso más allá y se ha desarrollado en una primera fase la Primera Clasificación de ESEs a nivel de asociación. Esta clasificación establece dos categorías ESE Y ESE + por tipo de tecnología sobre la que se prestan los servicios de gestión energética. Posteriormente está previsto que se establezcan niveles en función de diferentes parámetros que determinen el potencial de cada ESE.
Mantenimiento VS gestión energética
Como ya explicamos en artículos anteriores, las compañías que ofrecen servicios de mantenimiento de instalaciones térmicas y que, como Remica, desean dar el paso a empresa de servicios energéticos tienen que tener en cuenta qué nuevas competencias deben asumir.
Además de labores de mantenimiento, las ESEs proporcionan servicios energéticos en las instalaciones de los usuarios. Asumen cierto grado de riesgo técnico y económico, ya que el pago de estos servicios se basará (total o parcialmente) en el cumplimiento de los ahorros energéticos en los términos pactados con el cliente a través de la implantación de Medidas de Ahorro Energético (MAEs) y su posterior gestión y seguimiento.
Para el usuario final esto supone una enorme diferencia. Hasta la llegada de las ESEs, si una empresa de mantenimiento lo hacía mal y la instalación consumía más energía de la necesaria, este coste extra lo pagaba el cliente final. Y, aunque el cliente percibiera variaciones en el importe de las facturas, no había datos o mediciones que permitieran demostrar que ese sobrecoste energético era fruto de un funcionamiento poco eficiente.
Por el contrario, las ESEs basan su negocio en la eficiencia energética de las instalaciones de modo que, para una empresa de servicios energéticos hacer su trabajo bien supone unos ingresos recurrentes, mientras que trabajar mal supone una pérdida económica. Son, por tanto, las primeras interesadas en que la eficiencia energética de la instalación sea lo más alta posible.
Se necesita una calificación certificada unificada
Se han detectado casos de algunas empresas que afirman ser ESEs y que no se comportan como tal ya que, cuando se produce un coste extra en el consumo de energía, trasladan dicho coste al cliente.
Muchos clientes finales, que no disponen de conocimientos técnicos, se encuentran desprotegidos ante esta situación. Una calificación certificada de ESEs que sea unificada, sólida y aceptada de forma generalizada ayudaría a terminar con los abusos que a veces se producen y que crean una imagen realmente dañina para el sector.
Debemos lograr que el cliente confíe en la empresa que contrata. Debemos hacer saber que existen múltiples tipos de servicios en los que se puede ofrecer gestión energética (climatización, calefacción, iluminación, electricidad…) y que no todas las ESEs tienen la especialización y los medios técnicos adecuados para abarcarlos todos.
Una clasificación certificada de ESEs en la que queden claros qué criterios deben cumplir las empresas de servicios energéticos supone una garantía tanto para las propias ESEs como para sus proveedores y, sobre todo, para los clientes.