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felicidad en el trabajo

Cuatro ‘acuerdos’ para la felicidad en el trabajo

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Hoy queremos hablaros de la felicidad en el trabajo (y desde luego en cualquier ámbito de nuestra vida) incorporando cuatro hábitos que Miguel Ruiz, escritor y orador mejicano, plantea en su libro “Los cuatro acuerdos”.

Miguel Ruiz nos traslada los cuatro acuerdos (“acordados con uno mismo”) que, desde su punto de vista, permiten a la persona salir de un entorno en el que todo se vive con preocupación, miedo y tensión para vivir en un mundo en el que el día a día se pueda afrontar con optimismo, ilusión y energía positiva.

Por nuestra parte, intentaremos en este post relacionar los cuatro acuerdos (hábitos) con el ámbito laboral, con la intención de poner un pequeño grano de arena en el camino de la satisfacción profesional y la tranquilidad personal.

¿En qué consisten estos cuatro acuerdos?

Primer acuerdo: sé impecable con las palabras

“Ser impecable con las palabras” implica empatizar con el compañero, cliente, jefe o proveedor; entender sus necesidades y expresar a través de nuestro lenguaje que entendemos su punto de vista, aun cuando no lo compartamos. Ser impecable con las palabras nos obliga a reflexionar antes de hacer un comentario negativo, pensar para qué voy a decir lo que voy a decir, ¿aporta algo? ¿beneficiaa alguien?, y si ninguna de estas preguntas obtiene una respuesta afirmativa, no lo digo.

Es difícil actuar así, ya que la impulsividad, la ira y otros sentimientos similares ponen en nuestra boca comentarios que de haberlos meditado no hubiéramos realizado; pero se vuelve fácil cuando se observan los beneficios de cuidar nuestras palabras: generamos relaciones más sólidas, conseguimos la cooperación de nuestros compañeros, evitamos conflictos y por tanto creamos un contexto laboral facilitador a la hora de plantear dudas, necesidades o requerir colaboración para el buen desempeño de nuestro trabajo.

¿Alguna vez has obtenido resultados positivos por realizar comentarios destructivos hacia compañeros, responsables, o cualquier persona relacionada con tu entorno laboral? Si la respuesta es no, puedes probar a ser impecable con las palabras, y valorar los resultados.

Segundo acuerdo: no te tomes nada personalmente

Los comentarios y opiniones que los demás hacen, y por los que nos podamos sentir interpelados, no dejan de ser opiniones o comentarios de otros, que tanto si son positivos como si son negativos, están condicionados por su marco de referencia, por sus opiniones, y no necesariamente tienen que ser ciertos o fiables.

Cuando una opinión negativa procede de alguien que conoce bien nuestro desempeño o nuestras razones para realizar una determinada acción, es sano escuchar y valorar en qué medida tienen razón, y actuar en consecuencia, rectificando o argumentando nuestra postura, aunque siempre en el bien entendido de que se trata de un hecho o situación concreta, que no es extrapolable al conjunto de la persona o de sus acciones.

Cuando cometemos un error, no nos convertimos en una persona “errónea”, solamente hemos cometido un error, en ese tema puntual. Esto no nos hace inútiles o torpes, sino que nos puede convertir en una persona más sabia si aprendemos de ese error.

Tampoco cuando somos ensalzados por hacer bien un trabajo debemos llevárnoslo a lo personal y concluir que somos fantásticos en todas las esferas de nuestra vida. Celebremos que hemos tenido un buen desempeño y continuemos esforzándonos para ser cada vez mejores profesionales.

Permitir que los demás se conviertan en nuestros jueces (de lo bueno y de lo malo) puede generar mucho sufrimiento. Sin embargo, mirar hacia nosotros mismos, conocernos bien, y desarrollar nuestra independencia de criterio nos permitirá reconocer nuestros errores y aprender de ellos, y celebrar nuestros éxitos.

Tercer acuerdo: no hagas suposiciones

Nada hay que nos pueda conducir más a la equivocación que hacer suposiciones. Suponemos que nos quisieron decir algo, que hicieron las cosas por algo, que esperaban un resultado concreto, pero si este proceso está únicamente en nuestra mente y no lo hemos verbalizado, nuestras suposiciones erróneas nos pueden inducir a fallos graves. Por tanto, el tercer acuerdo nos invita a preguntar, a aclarar, a trabajar sobre certezas, no sobre suposiciones.

No hacer suposiciones implica también no suponer malintencionadamente qué razones tienen las personas para comportarse de una determinada forma o hacer las cosas de una determinada manera. Si hay dudas se pregunta, y si hay que suponer, siempre es mejor suponer que las personas han actuado de buena fe, a menos que haya evidencias de lo contrario. Cuando en el pasado los demás han hecho suposiciones negativas sobre nosotros atribuyéndonos razones egoístas o desinterés, ¿siempre han acertado? Entonces, ¿por qué nosotros vamos a acertar siempre?

Cuarto acuerdo: haz siempre lo máximo que puedas

En todas las tareas que emprendemos, si hacemos lo máximo que podemos, no hay reproche hacia uno mismo ni hacia los demás, aunque el resultado no sea perfecto. Si hemos hecho todo lo que está en nuestra mano, nadie nos podrá reprochar un error.

¿Qué significa “hacer lo máximo que se puede”? Es tan sencillo como no conformarse hasta que se han agotado todos los recursos y se han explorado todas las posibles soluciones. Y si, aun así, no alcanzamos el resultado óptimo, tendremos la satisfacción de haber puesto todo nuestro esfuerzo y los demás también verán lo mismo, y entenderán que no se podía haber hecho más.

Y tú, ¿respetas los cuatro acuerdos? Dejamos aquí algunas preguntas para la reflexión:

  • ¿Hablas siempre desde la empatía con las personas que te rodean, o viendo únicamente tu punto de vista?
  • ¿Te llevas a lo personal todos los comentarios dirigidos a ti? Si te dicen que eres la persona más inteligente que han conocido, ¿eres realmente esa persona porque otro lo opina? Y si te dicen que eres una persona poco brillante, ¿esto te hace menos brillante de lo que realmente eres?
  • Cuando los demás dan razones por las que tú has actuado de una determinada forma, sin información, ¿siempre adivinan en sus suposiciones? ¿adivinas tú siempre cuando haces suposiciones sobre las razones de los demás?
  • Cuando has puesto todo tu esfuerzo para conseguir un buen resultado o un alto desempeño, ¿alguien, incluso tú mismo, te lo has echado en cara? ¿Para qué, si no se podía hacer más?

Entonces, ¿para qué no hablar impecablemente?, ¿para qué tomarte las cosas personalmente?, ¿para qué hacer suposiciones?, ¿para qué no hacer lo máximo posible?

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