La semana pasada mencionamos en nuestro blog la visita que David Ulrich, gurú de comportamiento organizacional, ha realizado recientemente a España, invitado por Aedipe para impartir una Máster Class.
En este post queremos comentar algunas de sus aportaciones, en especial la relacionada con la generación de valor en el trabajo. Nos parece importante incidir en este concepto porque con frecuencia nos relacionamos con profesionales que consideran que por el mero hecho de asistir cada día a su puesto de trabajo están generando valor. Y esto, ¿es así? Difícilmente.
¿Qué valor está aportando un empleado que realiza una tarea repetitiva, que le aburre y le hace caer en la rutina, pero que en el fondo sabe que podría buscar una forma de mejorar esa tarea?
¿Y por qué no lo hace?: “no me pagan para eso”, “si mi jefe no me escucha, para qué”, “propones algo y luego te encargan que lo hagas tú”, “si hay que pasar aquí ocho horas, lo mismo me da hacer esto que otra cosa”…
Estas y otras auto excusas nos podemos dar los profesionales para no realizar el esfuerzo de cambiar, hasta que a veces alguien realiza el esfuerzo de ver que somos prescindibles, porque no aportamos valor. Entonces cabe preguntarse, y yo, ¿hubiera podido evitarlo? Y la respuesta casi siempre será SI.
David Ulrich proponía a todo trabajador realizarse a sí mismo una pregunta básica: ¿cuánto valor genero yo con mi trabajo? Y responderse de 0 a 10. A continuación, ¿cómo puedo crear más valor? Si a partir de mi propia respuesta actúo, estoy creando una base sólida para mantener mi empleabilidad, con dos ventajas importantes para el profesional que actúa de esta forma: en primer lugar, nadie prescinde de alguien que genera valor; en segundo lugar, disfrutar profesionalmente es consecuencia de retarse a sí mismo, de alcanzar logros difíciles, de no caer en la rutina. De esta forma, me valoro, y me valoran.
Dijo David Ulrich en su Master Class que “el valor lo valora quien lo recibe”; importantísima reflexión ya que podemos pensar que hemos hecho algo muy bien, pero si quien debe “valorarlo” no lo considera un buen trabajo, de nada sirve nuestra opinión personal.
Para crear trabajos de valor, es fundamental la empatía y la escucha. Con la empatía me pongo en el lugar de quien me encarga el trabajo, qué importancia tiene y qué resultado espera obtener. En la misma línea, escuchar, no solo para entender, sino para que el otro se sienta entendido, para que no queden dudas acerca del contenido y objetivo del trabajo encargado. Y a partir de ahí puedo empezar a crear valor, involucrándome al 100% para dar exactamente lo que se me ha pedido, aportando sugerencias de mejora, buscando la excelencia.
La anticipación es otra magnífica forma de crear valor, ya sea anticipándonos a las necesidades del negocio, de nuestros clientes, empleados o proveedores, en definitiva, estando atentos, conscientemente, a las circunstancias de nuestro entorno profesional, e intentando superar incertidumbres.
Resumiendo los conceptos claves de este post, serían: primero, estamos en las organizaciones para crear valor, no para realizar tareas, y el paso de un estadio a otro pasa por auto preguntarse ¿Cuánto valor genero con mi trabajo? ¿Cómo puedo crear más valor? Segundo, el valor lo da el que recibe el resultado de nuestro trabajo, por ello es fundamental escuchar qué nos están pidiendo, para qué, y empatizar con las necesidades del otro, para entender su importancia y “qué valor” espera que le entreguemos.
Pero la creación de valor no es solamente responsabilidad del profesional, sino el resultado de alinear talento, liderazgo y una cultura abierta al cambio y la innovación.