¿Cuál es la diferencia entre reacción y respuesta? Hemos hablado en algunos de nuestros posts relativos a la práctica del Mindfulness sobre la forma de afrontar las diversas situaciones, estresantes o de presión y no estresantes, y como en función de nuestras actitudes podemos bien reaccionar o responder, lo cual influye directamente en las emociones, el resultado que logremos y lo que podemos aportar de más en estas situaciones.
Ya hemos comentado la influencia directa de la gestión del estrés en nuestra creatividad o aportación de soluciones de innovación, generación de entorno positivo, etc… y mucho hemos insistido en la actitud positiva de “respuesta” y no la “reacción”, pero cuáles son sus diferencias. Nos han llegado muchos comentarios acerca de este tema, ya que muchos colaboradores han señalado la importancia de “reaccionar” ante los imprevistos, estar preparado para los cambios, y demás situaciones que no podemos tener bajo control, donde se considera que lo bueno es “reaccionar”, y es cierto, no es “malo” del todo. Sin embargo y por ello, queremos haceros una reflexión sobre el tema, que esperamos pueda ser clarificadora y nos pueda ayudar a gestionar esas situaciones de presión en donde el “cambio” es la constante de la ecuación.
¿Qué es Reacción? (según RAE)
- Acción que se opone a otra.
- Forma en que alguien o algo se comporta ante un determinado estímulo.
- Actitud opuesta a las innovaciones.
- Efecto secundario inmediato y patente de un medicamento o una terapia.
¿Qué es Respuesta? (según RAE)
- Satisfacción a una pregunta, duda o dificultad.
- Contestación a quien llama o toca a la puerta.
- Réplica, refutación o contradicción de lo que alguien dice.
- Acción con que alguien corresponde a la de otra persona.
- Efecto que se pretende conseguir con una acción.
Como observamos en las propias definiciones, reacción parte de una “oposición”, es decir estar en contra de partida o tener otra opinión. Respuesta adopta una definición más constructiva desde una visión positiva y “de escucha”, no partiendo de una actitud contraria o de “defensa”, es una acción correspondida. Ya en la simple definición de la RAE observamos una notable diferencia.
Desde otro análisis, no etimológico, llevamos la capacidad de reaccionar impresa en nuestra biología. Tres son las reacciones básicas que compartimos con casi todo el resto de animales: ante un acontecimiento la reacción espontánea puede ser huir, luchar o hacernos los muertos.
Pero… ¿qué ocurre cuando esta reacción adaptativa se extiende a acontecimientos de nuestra vida que no ponen en jaque la supervivencia? ¿Qué ocurre cuando reacciono luchando ante el planteamiento, quizás inoportuno, de mi jefe, aun sabiendo que no es lo más inteligente? ¿Y cuando en un conflicto de pareja que necesita ser resuelto me pillo sistemáticamente huyendo? “No me di cuenta… ahora, después de ver las consecuencias, hubiera hecho otra cosa…” ¿Os suena este tipo de pensamientos “a toro pasado”?
Siguiendo en la línea del análisis, aunque en un sentido más psicológico, “la Reacción” está generalmente alimentada por pautas habituales inconscientes aprendidas, con mucha frecuencia, de los retos y las experiencias del pasado. “La respuesta”, por el contrario, aspira a reconocer las emociones y desarrollar herramientas que nos permitan gestionarlas adecuadamente. Cuanto más atentamente aprendemos a responder a los diversos estímulos, más se debilitan las viejas pautas inconscientes que se disparan de manera automática por defecto asociadas a las reacciones de estrés o situaciones de presión, y más se abren también, en consecuencia, las puertas a nuevas formas de enfrentarnos a ello y transformarlo. En este sentido, el ser conscientes de nuestras reacciones y cuanto más claro podamos identificarlas, más adecuada y consciente será nuestra respuesta.
Un par de ecuaciones sencillas pueden ayudarnos:
Reacción=Desatención – Inconsciencia
Respuesta= Atención- Consciencia
Está claro, “Responder” lleva algo más de tiempo, porque afecta a circuitos más elaborados. Responder supone darme cuenta, sopesar opciones, elegir una de ellas y llevarla a cabo. Cuando no es cuestión de vida o muerte instantáneas, parece que es la opción más adecuada. Nuestras abuelas ya lo sabían cuando nos decían que contáramos hasta diez antes de hacer o decir algo.
Responder con consciencia no significa hacerlo a la velocidad del caracol; no es un siglo lo que necesitamos para cambiar nuestras reacciones por respuestas. Bastan cinco o diez segundos en los que hagamos dos o tres respiraciones conscientes que nos pongan en contacto con el cuerpo y la emoción, que nos salven de ser arrastrados por la inmediatez reactiva. Lo observo, lo siento en el cuerpo y, sólo después y desde esa conexión, tomamos la decisión de cuál es nuestra respuesta consciente.
Esperamos que con esta reflexión y análisis os ayudemos a observar estas situaciones de reacción en las que no nos paramos y donde la primera respuesta a veces no es la más eficaz e idónea.