La autocrítica siempre es necesaria, tanto desde el plano personal como desde el colectivo. Pese a que en ocasiones ésta pueda ser percibida dentro de las organizaciones como algo negativo, aquella crítica que es constructiva constituye una analítica tremendamente valiosa para conocer la salud de nuestra compañía.
Para conseguirlo, debemos diseñar un proceso que nos permita, con todo tipo de herramientas -tanto personales como de conocimiento, de actitud y de medios- obtener de cada grupo y subgrupo los resultados deseados. En este punto me gustaría hacer especial hincapié en la necesidad de que dentro de una empresa los distintos departamentos formen un engranaje perfecto, que interactúen entre sí unidos por un objetivo común.
De nada sirve que una determinada sección realice su función maravillosamente bien; debemos tener en cuenta que este éxito por sí mismo no es nada, respecto del objetivo final común, si no se pone en relación con el resto de componentes, que han de trabajar unidos para alcanzar la meta que se aspira conseguir.
Desde Remica llevamos a cabo distintos controles mediante entrevistas de desarrollo, analíticas, seguimientos… con el fin de evaluar los resultados de nuestros departamentos y buscar aquellos puntos sobre los que seguir mejorando con un único fin: dar el mejor servicio tanto al cliente externo como al interno. Obtener resultados positivos de esos análisis nos permitirá posicionarnos en una situación muy próxima a la excelencia.
No obstante, en este sentido, es necesario resaltar la gran diferencia, respecto a los resultados, que existe entre la autocrítica y la autocomplacencia. Por supuesto, es necesario reconocer el trabajo bien hecho dentro de una organización; ahora bien, caer en actitudes conformistas nos pueden llevar al abandono y la inercia, mientras que mantenernos con una postura crítica, nos conducirá, inexorablemente, a la automejora.
En resumen, si ejercemos la autocrítica de manera constructiva y profesional obtendremos resultados a muy corto plazo y con efectos verdaderamente satisfactorios tanto en el plano empresarial como individual. Este hecho, nos permitirá además, conseguir una verdadera integración del individuo en el proyecto de la compañía y que cada persona se sienta identificada con los valores de la misma, sintiéndose parte importante de ella y de la consecución de sus objetivos.
No es el error el que debe asustarnos sino el no reconocimiento del mismo, este último no nos permite su solución.
José Lucero de Pablo
Director General Adjunto de Remica