Nadie hubiera pensado, a principios de 2020, que este año iba a dar un giro radical a nuestra forma de vivir, de pensar, de trabajar, por una circunstancia totalmente ajena a nuestra voluntad o decisiones, llamada coronavirus.
Esta realidad nos ha impactado a nivel profesional, familiar, social, económico y en su cara más amarga ha acabado con la vida o la salud de muchísimas personas.
Las consecuencias visibles de esta crisis, desde la perspectiva profesional, son bien conocidas por todos: teletrabajo, cierre temporal de muchos negocios (que desgraciadamente en algunos casos se ha convertido en definitivo), comunicaciones virtuales, y un largo etcétera de cambios en nuestra vida cotidiana, a los que nos hemos ido adaptando, ignorando hasta este momento hasta qué punto podría llegar nuestra flexibilidad, hasta que ha sido puesta a prueba.
Palabras como desconfinamiento o desescalada se han vuelto familiares para nosotros; pero, toda la incertidumbre que hemos albergado durante este tiempo, ¿también ha sido desconfinada o nos acompaña todavía? ¿en qué fase de la desescalada está?
Cada uno tendremos una respuesta diferente, en función de nuestra situación personal, profesional, familiar …
Y lo importante no es lo que va a pasar, que no lo sabemos, sino cómo enfrentar lo que pueda pasar.
¿Qué actitud podemos tomar nosotros, en esta situación nueva para toda la humanidad, sin precedentes y con todas las incógnitas abiertas acerca de cómo evolucionará?
Decía Séneca, en sus escritos acerca de la adversidad, “viniste a los Juegos Olímpicos y en ellos no tuviste competidor: llevarás la corona olímpica, pero no la victoria”. Es decir, la persona que no ha tenido la oportunidad de medirse a sí misma, de probarse, no tiene idea de su propia valía.
Esta pandemia, aunque tristemente, nos ha brindado la oportunidad de conocernos, de sacar nuestras fortalezas, nuestra capacidad de compasión hacia los demás, de poner en valor nuestra resistencia y la aptitud para proteger a nuestros allegados, sean estos familiares, amigos, compañeros; en general, nos hemos aplicado para poner nuestro grano de arena allí dónde se podía necesitar.
La solidaridad si ha salido a la calle durante el confinamiento, todos hemos vivido cómo la sociedad se ha volcado para colaborar en superar esta crisis en sus diferentes versiones.
Y esta es una gran certidumbre en momentos de incertidumbre: nuestra resiliencia ha sido puesta a prueba y ha salido triunfante, nos hemos fortalecido y hemos desarrollado capacidades que desconocíamos, ya que nadie sabe hasta dónde alcanzan sus fuerzas si no las ha probado.
Queremos cerrar este post mencionando nuevamente a Séneca, ya que su personalidad estoica es muy afín a lo que la sociedad necesita en estos momentos de adversidad; Séneca decía que ser sabio no es un estado final, sino una evolución permanente: esta pandemia nos ha hecho más sabios, más reflexivos.
Esta es una buena certidumbre en momentos de incertidumbre, la de que nuestra resistencia ha sido puesta a prueba y nos ha demostrado que somos mucho más fuertes de lo que pensábamos, y que esta fortaleza y las virtudes que ha potenciado en nosotros, vendrán en nuestro apoyo hasta que esta pandemia pase a formar parte de la historia.
¿Cómo podemos afrontar la incertidumbre que está por llegar? Confiando en nuestras capacidades, en nuestras fortalezas, que sabemos que las tenemos porque han sido puestas a prueba, porque hemos demostrado que las tenemos.
Mercedes Martínez
Directora de RRHH