En el artículo de hoy abordaremos la cuarta de las cinco dimensiones principales que configuran el constructo “empleabilidad”, la resiliencia.
La resiliencia se define en el diccionario de la Real Academia de la Lengua como “capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas”; por tanto, en nuestro ámbito, se trata de fortaleza, capacidad de adaptarse y superar los problemas y convertirlos en retos en el trabajo y la carrera profesional. Tal como demuestra la investigación sobre este tema, los empleados que tienen esta capacidad para superar dificultades acostumbran a mantener optimismo profesional, perciben numerosas oportunidades en el puesto de trabajo, ven los cambios y retos como oportunidades para aprender y persisten en la consecución de resultados y objetivos.
En el extremo opuesto a la resiliencia, encontramos la actitud de profesionales con un bajo nivel de tolerancia ante cualquier dificultad que surge en el desempeño profesional, ante una expectativa no cumplida o ante cambios que suponen salir de su “caja de confort”.
La actitud positiva que hay detrás de la resiliencia es un gran activo de la empleabilidad, ya que las personas difícilmente podemos controlar el mundo exterior, pero sí está en nuestra mano la actitud con que nos enfrentamos a situaciones adversas, entre las cuales, en el ámbito profesional, una de las más complejas puede ser afrontar una situación de desempleo.
Ante la pérdida del puesto de trabajo, hay quien tiene la actitud de rendirse, en ocasiones culpabilizarse a sí mismo, y entrar en un círculo de negatividad que hace que la persona no ponga toda su energía en la búsqueda de un nuevo empleo, o en mejorar aquellas carencias profesionales que han dado como resultado la pérdida del empleo, si éste ha sido el motivo.
Esta negatividad es percibida en un proceso de selección, y puede perjudicarle. Otras ocasiones en las que la falta de una actitud positiva puede perjudicar la empleabilidad de un profesional puede darse ante una promoción que se esperaba y que no se ha logrado; en vez de analizar con objetividad qué ha pasado, la persona poco resiliente cae en el desánimo y puede adoptar actitudes que le cierren el paso a otra promoción futura.
Por ello, la capacidad de un profesional para reinventarse y fortalecerse ante una situación profesional que no esperaba y le resulta difícil de asumir, puede suponer una diferencia importante a la hora de consolidar la propia empleabilidad; hay situaciones críticas que ponen a prueba la resistencia de las personas, pero tener confianza en uno mismo y generar pensamientos positivos, dando a las cosas el peso que realmente tienen, ayuda a sobreponerse e iniciar acciones para superar situaciones adversas. La actitud positiva se transmite, hace que seamos percibidos mejor por las personas que pueden ayudarnos a salir de esa situación crítica (como por ejemplo en una entrevista de trabajo, si estamos desempleados), y muestra a los demás que seremos capaces de desenvolvernos en situaciones difíciles.
Pero la resiliencia, ¿se puede desarrollar? A continuación exponemos algunas formas para mejorarla:
- Cuidar el círculo de relaciones familiares y de amigos, para sentirnos apoyados en momentos difíciles o de incertidumbre
- Aprender a aceptar la realidad, para actuar cuando ésta no nos gusta, sin negarla o enmascararla
- Actuar, emprender acciones aunque los avances no se perciban de inmediato
- Tener confianza en uno mismo; la persona que cree que puede, podrá, y la que cree que no puede, no podrá
- Ser optimista y enfocar la acción a lo que sí se puede cambiar
- Aceptar los problemas como parte del aprendizaje: ¿qué he aprendido de lo que me ha pasado, para que no me vuelva a suceder?
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“La experiencia no es lo que te sucede, sino lo que haces con lo que te sucede”
Aldous Huxley
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