Cada día más, la palabra coaching, y en el específico el coaching en la empresa, es algo que se va incorporando a nuestro lenguaje cotidiano, si bien el significado de este concepto empieza a desvirtuarse precisamente por esa generalización que se ha producido en los últimos tiempos.
En este artículo queremos referirnos al coaching en la empresa o coaching ejecutivo, es decir, al proceso de acompañamiento que se da entre un coach (profesional que ejerce el coaching) y un coachee (persona que participa en un proceso de coaching para mejorar o cambiar algo en su ámbito profesional).
El coaching de empresa es por tanto un compromiso entre coach y coachee, mediante el cual el coach acompaña al coachee para que éste alcance su objetivo, y lógicamente ha de ser un objetivo que al coachee le sea difícil lograr por sí mismo; en definitiva, en un proceso de coaching, ambas partes, coach y coachee asumen un compromiso para que este último logre resultados extraordinarios en la esfera profesional del coachee.
El coaching parte de la premisa de que todas las personas tienen un potencial casi ilimitado para mejorar y alcanzar esos resultados extraordinarios, que la persona está completa, y el papel del coach es ayudar a que afloren las soluciones idóneas para el coachee, en un proceso en el que el coach hace preguntas relevantes y es el coachee quien debe encontrar sus propias respuestas. Una de las fuentes del coaching es la mayéutica de Sócrates, en el sentido de “sacar a la luz”, de manera que la persona alcance el conocimiento a través de sus propias conclusiones, con su capacidad.
¿Cómo se desarrolla un proceso de coaching?
Un proceso de coaching se inicia con una declaración de confidencialidad por parte del coach, imprescindible para la generación de confianza que debe presidir todo proceso de coaching.
A partir del momento en que las condiciones en que se llevarán a cabo las sesiones de coaching están claras, el coach ayuda al coachee a definir su objetivo de la forma más clara posible, indagando y realizando todas las preguntas pertinentes para que este objetivo quede perfectamente definido.
El resto del proceso de coaching en la empresa se desarrolla en un número variable de sesiones (puede ser entre 6 y 10, en función del tipo de objetivo a alcanzar), en las que la herramienta principal del coach es la escucha, sin juicios, para comprender desde qué observador está viviendo el coachee el reto que quiere lograr, y acompañarle para que “saque a la luz” sus propias soluciones para alcanzar ese reto.
El coach ayuda al coachee a fundamentar sus juicios y distinguir estos de los hechos, con preguntas abiertas y tratando de identificar las creencias limitantes del coachee, es decir, aquellas creencias que le impiden emprender acciones cuyo resultado podría ayudarle a conseguir su objetivo (por ejemplo, si el coachee tiene la creencia limitante de que es incapaz de aprender inglés, y esta competencia es necesaria para lograr el puesto de trabajo que le ilusiona, difícilmente emprenderá acciones que le permitan alcanzar ese puesto).
En el proceso de coaching, por tanto, el coach acompaña al coachee para que este busque respuestas y acciones diferentes, cuestionando sus creencias limitantes, y llevándole a la visión de la situación ideal, para, desde esa visión ideal, reconstruir los pasos necesarios para llegar a ella. Le ayuda a encontrar nuevas opciones que antes no había considerado, ampliando su forma de observar las cosas.
La herramienta fundamental del coach es la conversación, basada como decíamos en la escucha, las preguntas poderosas y las distinciones (conceptos que tienen significados diferentes en función del observador que somos. Por ejemplo, para una persona con un alto nivel de auto exigencia, un error es un fracaso, en tanto que para otra puede ser una oportunidad para aprender).
En posteriores artículos, intentaremos acercar a nuestros seguidores diferentes distinciones que ayuden a entender los fundamentos del coaching aplicado al ámbito profesional.