En el mercado laboral actual, más dinámico y globalizado, existen una serie de atributos que pueden hacer que un profesional sea más empleable como la apertura al cambio, la proactividad, la motivación, la resiliencia o la identificación con el trabajo. En anteriores artículos ya hemos desarrollado el concepto de empleabilidad y profundizamos sobre cómo afrontar la inseguridad laboral y mejorar la proactividad. En esta ocasión, abordaremos un tercer aspecto de dicho constructo: la motivación profesional.
La palabra ‘motivación’ está compuesta de dos términos: motivo + acción, es decir, significa tener un motivo para la acción. Cada uno de nosotros podemos contar con motivos diferentes para determinar nuestras acciones, sin embargo, hay razones bastante generales en lo que a ‘motivación profesional’ se refiere.
Este concepto lo entendemos como el motor que nos impulsa y nos guía hacia el desempeño excelente, es desarrollar nuestra carrera profesional dotándola de propósito, y éste procede de la trascendencia que para cada persona tiene la profesión que ha elegido o el trabajo que desempeña.
La percepción de que nuestro trabajo es relevante para la empresa y para la sociedad es un claro componente de la motivación, al igual que otros aspectos como el tener seguridad y estabilidad económica, tener reconocimiento profesional o tener la posibilidad de ayudar a otros a lograr sus objetivos.
La motivación profesional es un determinante crítico de la formación permanente y la disposición hacia la empleabilidad. Es una motivación que procede del propio profesional, convencido de la relevancia de su trabajo y de su capacidad para desempeñarlo con éxito; mantener actualizados los conocimientos y competencias que requiere nuestro trabajo supone un esfuerzo para el que necesitamos el motor de la motivación.
Podría decirse que la motivación profesional engloba todas las dimensiones de la empleabilidad, ya que como decíamos es el motor, el motivo para la acción; por tanto, la persona motivada profesionalmente se mantendrá abierta al cambio (dimensión apertura al cambio), será proactivo en el diseño y perfeccionamiento de su carrera profesional (dimensión Proactividad en la carrera profesional), tendrá capacidad para superar las adversidades que vaya encontrando en dicha carrera y las asumirá como retos (dimensión resiliencia), y finalmente, en cuanto a la dimensión ‘identificación con el trabajo’, es imprescindible trabajar en algo que nos satisface, ya sea por vocación o porque nos aporta algo importante en nuestra vida.
Cuando una persona ha tenido la oportunidad de elegir aquella profesión para la que vocacionalmente está orientado, parece mucho más fácil sentirse motivado. ¿Qué sucede entonces cuando una persona debe trabajar en algo que no entra dentro de su escala de intereses profesionales, con el único propósito de tener ingresos económicos para vivir?
Volvemos a la reflexión que hacíamos al principio sobre los motivos para la acción, cada persona tendrá los suyos: desempeñar un trabajo que es relevante para la sociedad, lograr una seguridad económica o aprovechar la oportunidad para formarse en una actividad diferente, son motivaciones que pueden dotar de propósito a nuestro trabajo y ayudarnos a realizarlo cada vez con mayor maestría. Tal como decía Einstein “la razón más importante para trabajar en la escuela y en la vida es el placer de trabajar, el placer del resultado y el conocimiento del valor del resultado para la sociedad”.
No obstante, y dada la importancia que tiene en el desempeño profesional identificarse con el trabajo que se realiza, ya que hay que estar permanentemente mejorando las competencias y conocimientos necesarios para hacerlo de manera excelente, merece la pena luchar por lograr un empleo acorde con nuestros intereses y nuestra vocación, y por tanto es fundamental el papel del sistema educativo a la hora de ayudar a los estudiantes a elegir carrera o formación profesional acorde con sus fortalezas y sus intereses. Y para aquellos que ya están inmersos en el mundo profesional, nunca es tarde para adquirir formación y competencias que nos permitan desempeñar un puesto de trabajo alineado con lo que para nosotros es relevante a nivel profesional: los directivos de las empresas tienen el reto de ser facilitadores en este sentido, fomentando la movilidad interna en aras de poner a las personas en las áreas en las que más pueden aportar, por estar más motivados profesionalmente.