En este artículo trataremos otra de las distinciones en coaching: ocuparse vs preocuparse.
Preocuparse significa ocuparse anticipadamente, es decir, antes de que ocurra la circunstancia de la que deberíamos ocuparnos, aunque sin la certeza de si se producirá o no. Por tanto, la preocupación tiene un sesgo improductivo, ya que anticipamos una situación incierta, que en general nos produce un estado de ánimo negativo, y no va asociada a una acción que nos permita evitarla.
Ocuparse por el contrario significa emprender acciones en aras a resolver un tema o a evitar que surja un problema.
En el libro “No es lo mismo”, Silvia Guarnieri y Miriam Ortíz de Zárate establecen una diferencia fundamental entre ocuparse y preocuparse, que es el juicio de “posibilidad” o de “no posibilidad”: cuando nos ocupamos de algo, emprendemos una acción y tenemos la sensación de que podemos resolver la situación, en tanto que preocuparse implica un juicio de no posibilidad, que prolongado en el tiempo se acaba convirtiendo en un estado de ánimo “preocupadizo”, por lo que, tal como las autoras mencionadas opinan, la acción es el mejor antídoto para el estado de ánimo “preocupadizo”.
Cuando nos hacemos cargo de un problema o situación, es para comprometernos con la acción, para emprender acciones que puedan llevar a su resolución; rumiar problemas, tanto si son reales como si no, supone un desgaste emocional estéril, y en muchos casos además supone un bloqueo que resta capacidad para otras actividades. Además, en la mayoría de los casos rumiar y dar mil vueltas a un tema hace que se desvirtúe y aparezcan temores que únicamente son fruto de la imaginación.
Otro aspecto negativo de la preocupación es decirse a sí mismo “estoy preocupado pero no puedo hacer nada para resolver la cuestión que me preocupa: depende de otro”. Llegados a este punto, siempre tenemos que reflexionar y analizar si realmente depende de otro al 100%, o si hay algo, lo que sea, que podemos hacer nosotros para minimizar el problema: si estoy preocupado por estar desempleado, y responsabilizo de la situación a la política económica del gobierno, y me digo a mí mismo que no puedo hacer nada, continuaré indefinidamente en esa situación. Si elijo ocuparme, “juicio de posibilidad”, multiplico las opciones para encontrar un empleo, al emprender acciones concretas con esta finalidad.
Ante un bloqueo por un problema, la primera pregunta debería ser ¿me estoy ocupando, o solo me estoy preocupando? Y si la respuesta es que solo me estoy preocupando, apliquemos el antídoto de la preocupación, que como decíamos es la acción, porque si me focalizo en la meta a conseguir, vuelvo a recargarme de la energía necesaria para solventar los temas que me preocupan. Ocuparse significa además abandonar la postura victimista y hacerse responsable de la situación.
Según algunos estudios sobre el tema, las personas nos preocupamos en un alto porcentaje (alrededor del 40%) por cosas negativas que nunca llegarán a suceder, y también en un porcentaje similar por hechos del pasado que ya no se pueden cambiar, en tanto que solamente alrededor de un 8% responde a problemas reales y presentes. Entonces, ¿para qué anticipar problemas?
Para finalizar, la ocupación tiene un sesgo positivo y la preocupación sin acción es ineficaz, por tanto, ante una situación compleja o que se puede convertir en un problema, emprender acciones en vez de rumiar y dar vueltas al asunto, y asumir el problema como reto nos aportará soluciones y estado de ánimo positivo.
Y si la ocupación tiene un sesgo positivo, y la preocupación sin acción es ineficaz, yo, ante un problema ¿elijo ocuparme o preocuparme?