“Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas”
Albert Einstein
Pese a la verdad que encierra esta frase, pocas cosas hay que cuesten más al ser humano que reconocer que no se sabe algo, especialmente si es algo que se supone debería conocer, como sucede de forma específica en el contexto laboral, en el que se da por supuesto que todos deben dar respuesta a cuantas cuestiones se les planteen dentro de su ámbito de trabajo.
Sin embargo, decir “no lo sé”, ante uno mismo y ante los demás es el primer paso para aprender algo que se ignora: si lo reconozco ante mí mismo, proactivamente trataré de adquirir ese conocimiento o competencia que hoy no tengo; si lo reconozco ante los demás, éstos me pueden informar/formar acerca de lo que he declarado ignorar.
Y, ante un planteamiento tan obvio, ¿qué nos impide realizar la declaración: “no sé”?
Una de las razones puede ser evidente: proteger la imagen que queremos dar a los demás. Este motivo, además de ser improductivo, solo nos puede conducir al auto engaño, ya que nuestra imagen sale mucho más reforzada ante un sincero reconocimiento de que ignoramos algo, que ante la desconfianza que podemos generar si hay indicios de que estamos siendo poco veraces.
También puede ser que el miedo a reconocer que no se domina un tema sea consecuencia del temor a perder la confianza de nuestros jefes o incluso nuestro empleo. Una vez más estamos ante un pensamiento improductivo y lesivo para nuestros intereses, ya que al no reconocer que ignoramos algo estamos poniendo barreras a la formación formal o informal que podríamos recibir si nuestro responsable fuera conocedor de que hay un ámbito de nuestra actividad profesional en el que deberíamos reforzar conocimientos: un profesional debe ser valorado no solo por lo que sabe, sino por su capacidad de aprendizaje y superación.
Cuando nos resistimos a reconocer que desconocemos algo, ¿pensamos que el otro sí lo sabe todo? ¿Yo soy la única persona que tengo carencias de conocimientos o habilidades? Obviamente la respuesta es no, todos tenemos algo que aportar y recibir de los demás en términos de conocimientos o habilidades, lo que nos diferencia es que hay personas a las que no les importa mostrar esa vulnerabilidad ante los demás, y otras que se encastillan en que saben todo lo que necesitan saber, cerrándose cualquier oportunidad de aprendizaje.
Curiosamente, además, cuando aceptamos ante los demás nuestras limitaciones y mostramos nuestra necesidad de aprender, generamos mucha más empatía y simpatía en los demás. Transmitimos una imagen mucho más fiable y cercana, ya que aquellos se encuentran en la misma situación que nosotros: nadie tiene todos los conocimientos y habilidades que requiere su profesión, o los estudios que está realizando, o los hobbies que está practicando.
Esta dificultad para reconocer que “no sé” puede ser más evidente en directivos o personas con gran responsabilidad, que pueden llegar a pensar que los demás esperan que tengan todas las respuestas, y que el no tenerlas les pone en una situación de debilidad. Este juicio añade una tensión innecesaria a la función directiva, ya que también en este caso la declaración de “no sé” genera mayor empatía y confianza que el dar una imagen falta de autenticidad: cuando digo “no sé”, con sinceridad y autenticidad, me hago creíble antes los demás.
¿Para qué hacer la declaración “no sé”?
- Para abrir la puerta al aprendizaje y superar nuestras carencias.
- Para generar confianza.
- Para mostrar cercanía y autenticidad.
- Para eliminar la tensión y el estrés que nos causa pensar que tenemos que saberlo todo.