Es curioso ver cómo, cuando hablamos de periodismo y comunicación, en seguida nos vemos rodeados de opiniones expertas. Si además nos centramos en la comunicación corporativa, aquella referente a las empresas u organizaciones, las voces que se elevan con “autoridad” en la materia, aumentan significativamente, sean o no profesionales de esta área.
Hace pocas semanas, tuve la oportunidad de asistir a un congreso sobre el tema en cuestión, que se cerró, no sin sorpresa y creo que, he de admitirlo, algo de diversión para los asistentes, con una ponencia anti-comunicación. Según el ponente, que le echó valor ante un Teatro Ateneo lleno de profesionales del marketing y la comunicación, los que allí estábamos debíamos ir pensando en apuntarnos a la oficina más cercana del INEM, ya que su empresa (del sector telecomunicaciones) era un absoluto éxito gracias a su política de no comunicación. Si tenían cualquier tipo de problema, se lo comunicaban por escrito al cliente. Si había algún tipo de ventaja, también se lo comunicaban a sus clientes. Pero nada mediático. Resultaba obvio para la mayoría de los presentes (excepto para él) que lo que lleva cabo su empresa, no deja de ser una estrategia de comunicación.
Pero su argumento crítico iba más allá, si la compañía participa en algún acto solidario o realiza una campaña que tenga beneficios sociales, no lo cuenta, ya que eso restaría valor a la iniciativa. El debate está servido.
Si tengo que buscar una definición de comunicación corporativa, una de las que más me gusta es aquella que afirma que la Comunicación Corporativa de una entidad es todo lo que la empresa dice sobre sí misma. Y me gusta porque parte de la premisa de que todo comunica y transmite en una organización, desde sus campañas de publicidad hasta el comportamiento de sus miembros.
Por eso, acotar su realidad y alcance, el valor estratégico que tiene en el desarrollo de una compañía, está lejos de ser la mejor opción.
La comunicación debe estar basada en la transparencia, tanto interna como externamente. Si nos equivocamos, lo asumimos, admitimos y rectificamos; les invito a visitar nuestra página de Facebook, donde encontrarán críticas de usuarios que, por supuesto, no han sido borradas. Pero cuando hacemos las cosas bien, también queremos contarlo ¿Hace eso de la comunicación una herramienta hipócrita? ¿Solamente hay transparencia si se habla de lo que la organización hace incorrectamente?
Mi respuesta es simple: dejemos a los usuarios decidir. Como profesional de la comunicación y miembro de una empresa, quiero proyectar la mejor imagen posible, hacia dentro y hacia fuera. Como usuaria, quiero poder elegir entre una empresa que tiene valores que comparto y otra que no los tiene; entre una que destina, por ejemplo, parte de sus beneficios a fines sociales y otra que no lo hace. Es un derecho, como profesional y como usuaria.
Con esta base trabaja el equipo de Comunicación de Remica. Para acercar nuestra actividad a nuestros clientes; para responder a todas aquellas cuestiones que, un sector complicado como el de la energía, hace surgir entre los usuarios; para que unos departamentos y otros de la compañía conozcan mejor el trabajo de los demás, creando sinergias y dando con ello un mejor servicio, objetivo principal de Remica. Reconociendo y valorando el trabajo bien hecho. Y por qué no, reivindicando día a día, desde el anonimato, lo esencial de la comunicación en todas sus formas.
Sobre si lo hacemos bien o si convencemos, los usuarios, internos y externos, son los que deciden.
La comunicación convierte a un grupo de profesionales en un equipo. Construye relaciones de confianza entre el cliente y la empresa, la empresa y sus trabajadores, sus colaboradores. Hace los valores transparentes y convierte las promesas en realidades.
Carmen Sánchez-Laulhé
Directora de Comunicación de Grupo Remica